Es
la piel de un animal, generalmente ternera, cabra, oveja o carnero, tratada de
forma especial para conseguir este soporte de escritura. Alguna vez se usan
otros animales, pero de forma excepcional, como el antílope, con el que se
fabricó el códice bíblico conocido como Codex
Sinaiticus. El pergamino se obtiene a partir de la
dermis de la piel del animal. Ésta se dejaba en remojo en agua durante un
prolongado período de tiempo, después se le daba una lechada de cal para
eliminar la epidermis, evitar que se pudriera y facilitar la eliminación del
vello, que se hacía a continuación; finalmente se raspaba el tejido subcutáneo.
Hasta este punto el procedimiento era idéntico o muy similar, tanto en el
proceso de curtir el cuero como en el de fabricación del pergamino. Para ésta,
una vez reducida la piel a una capa fina y limpia de la dermis se estiraba y
tensaba sobre un bastidor, donde se goteaba, se raspaba con cuchillas de acero,
pasando a continuación un trapo húmedo con agua y polvo calizo; esta operación
se repetía varias veces, de modo que, a base de secar y mojar la piel tensa, se
producía un reordenamiento de las fibras de colágeno que daban el aspecto
característico de la trama del pergamino. Una vez quitada la piel del bastidor,
se apoyaba sobre un caballete y se volvía a rascar, ahora en seco, con
cuchillas de cierta curvatura, para hacerla aún más fina y flexible, luego se
pulía con piedra pómez. Con las virutas que se desprendían del raspado se
fabricaba la cola de pergamino, usada para teñir lana, para pinturas y para
encolar papel.
El nombre le viene de Pérgamo, ciudad de Asia Menor, fundada por Filetero en el
238 a.C. Según el autor latino Plinio, el rey Atalo I fundó la biblioteca que
alcanzó su apogeo con el rey Eumenes II (197-158 a.C.), llegando a tener
200.000 volúmenes. Esta biblioteca competía con la de Alejandría, por lo que,
según la tradición, el rey egipcio Ptolomeo Filadelfo dejó de suministrar
papiro a la ciudad de Pérgamo, ante lo cual se desarrolló y perfeccionó en ella
la fabricación de este soporte de escritura que terminó por sustituir al
papiro. El primer testimonio de uso de pergamino es, con todo, antiquísimo:
data del 2700-2500 a.C., durante la IV dinastía egipcia. Según Herodoto y
Ctesias era muy usado entre los persas; el pergamino más antiguo conservado es,
sin embargo, del siglo II a.C., contiene un texto griego y procede de Dura
Europos. Entre los griegos recibía el nombre de dipthéra y entre los latinos el de membrana,
nombre con el que era conocido mayoritariamente durante toda la Edad Media, así
como el de charta
membranacea. La denominación de pergamino arranca de
la expresión membrana
pergamenea usada
por primera vez en el edicto de Diocleciano del 301 d.C., conocido como Edictum de
pretiis rerum venalium; el término pergamenum fue usado por San Jerónimo (330-420). El
pergamino fue el soporte por excelencia a partir de los siglos III y IV, hasta
la introducción del papel por los árabes en Europa a finales del siglo VIII.
Después de la difusión de éste, siguió siendo el material preferido para los
códices miniados o iluminados durante mucho tiempo.
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