Uno
de los rasgos característicos de la cultura egipcia, junto con la escritura
jeroglífica o el arte monumental de las pirámides, es, sin duda, el uso del
papiro, una planta palustre de la familia de la ciperáceas (cyperus papyrus),
que crecía abundantemente gracias al clima y carácter cenagosos de las márgenes
del río Nilo en Egipto, así como en Siria, Etiopía y Palestina. Actualmente
crece en pequeñas cantidades en Sicilia, si bien no se sabe con certeza si es
autóctona o fue importada por los árabes en la Edad Media. El papiro se usaba
con múltiples fines en el antiguo Egipto, como alimento rico en fécula, como materia
prima para elaborar cestas, cuerdas, ropas, velas, calzados, incluso pequeñas
barcas fluviales; para vendajes, ungüentos y fármacos; como planta aromática y
como soporte de escritura. Para este uso la planta se cortaba y se preparaba in situ,
aún fresca. Se aprovechaba la parte central del tallo, de sección triangular,
se cortaba en láminas (philyrae) que se colocaban superpuestas y
entrecruzadas sobre una tabla humedecida, formando capas (schedulae) que
constituían la trama característica del papiro. Se golpeaban (bataneo) un poco
para alisar el tejido, se prensaban y luego secaban al sol; para alisarlas se
pulimentaban con un objeto de marfil o un caparazón de molusco. Las hojas
resultantes (plagulae) se unían entre sí con una pasta de pegamento
formada con agua, harina y vinagre, superponiendo el borde derecho de cada hoja
sobre la siguiente y así facilitar el paso de una a otra del cálamo a la hora
de escribir. Se formaban así los rollos de papiro, generalmente compuestos de
unas veinte hojas, que se denominaban tomus,
volumina, chartae. Era un material flexible, de tacto
sedoso y brillante, con una tonalidad de blanco hueso. Existía una gran
variedad de calidades de papiro, según el grueso de las hojas, la textura, el
mejor o peor acabado de cada fase de preparación; se conocen diferentes tipos
de época romana, pero, al parecer, los de mejor calidad y más finos eran los
más antiguos egipcios, siendo los fabricados en época de los faraones Ramsés
los mejores. Sobre el papiro se escribía con un cálamo hecho del tallo del
junco, cortado a bisel.
El papiro favoreció la proliferación y difusión de la escritura y, con ella, de
la literatura. Se exportó a Grecia y Roma y fue el soporte más preciado de la
escritura. Puede decirse, igualmente, que surgió el libro en el sentido moderno
del término por lo que se refiere a la copia y distribución de ejemplares. Se
sistematizaron los archivos, aparecieron las bibliotecas y la comercialización
de ejemplares. No obstante era un material raro y carísimo, cuya producción fue
disminuyendo con el tiempo, sobre todo a partir del s.III d. C. En época romana
era tan cotizado y lujoso que sólo algunas personas tenían acceso a él.
Por otra parte la conservación del papiro requería un cuidado especial. Los
rollos se guardaban en recipientes de madera o de arcilla, para preservarlos de
los insectos y se impregnaban de aceite, con lo que adquirían el tono
amarillento característico. Sin embargo, la humedad y el calor eran sus
enemigos fatales, de ahí su escasa conservación. Otra de las causas de la
progresiva desaparición de textos escritos en papiro fue el que, debido al
deterioro e, incluso, a la evolución de la escritura que convertía los antiguos
textos en poco legibles, éstos se copiaron en pergamino, desapareciendo los
primitivos escritos “originales” en papiro. Con la aparición del pergamino, más
consistente, más abundante, aunque de laboriosa preparación también, el uso del
papiro fue disminuyendo, especialmente a partir de los siglos III y IV d.C. Con
todo se siguió utilizando durante la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media,
especialmente para documentos de cancillería imperial y pontificia, en las
monarquías longobarda, carolingia, etc. El documento más antiguo conservado en
papiro pertenece a la Tumba de Hemaka en Sakkara, correspondiente a un alto
dignatario de la I dinastía egipcia, hacia el 3000 a.C. Entre los documentos
conservados en papiro cabe destacar: diversos fragmentos de Fayum y Oxyrhynchus
en Egipto, Los papiros de Herculano, Dura Europos y Palestina. Los de Rávena,
documentos privados del siglo V al X d.C. Privilegios y documentos de la Cura
Pontificia de diversos períodos, siendo el más antiguo el que contiene una
epístola del Papa Adriano I a Carlomagno del 788 d.C. Existen también algunos
códices medievales en papiro, si bien son muy escasos, como los que contienen
textos de Flavio Josefo o de Hilario de Poitiers.
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