La
piedra es el material más consistente, no necesita preparación y es casi
indestructible, salvo por la acción del propio hombre o de desastres naturales.
Es el soporte por excelencia de la epigrafía griega y, especialmente, de la
romana. En piedra se grababan las inscripciones triunfales, votivas,
sepulcrales, decretos, etc. Dentro de los diferentes soportes, el más apreciado
y noble era el mármol, bien pulimentado, de múltiples variedades locales. En
Roma, aunque escaso hasta finales de época republicana, su uso se incrementó en
época imperial. Además del mármol, el granito, basalto y cualquier tipo piedra
en general. Entre los metales, el bronce es, sin duda, el más importante;
resultaba muy costoso y difícil de grabar, pero era muy apreciado para escribir
documentos jurídicos como decretos, leyes, diplomas militares, leyes de de
patrocinio y hospitalidad, etc.; además tenía la ventaja sobre el mármol de su
mayor movilidad.
Para grabar una escritura sobre la piedra se realizaban una serie de
actividades bien definidas: primero se cortaba la piedra, daba forma, y se
hacían molduras, o decoraciones. Los encargados de estas tareas eran el lapidarius o
el marmorarius A continuación, partiendo de un texto dado,
posiblemente anotado en tablillas de cera, papiro u otro material, se diseñaba
el espacio epigráfico que iba a ocupar en la piedra y se dibujaban las líneas,
por donde debían trazarse las letras, así como las formas de éstas, con yeso,
carbón o materia similar; esta labor la llevaba a cabo el ordinator,
después se pasaba a esculpir la piedra, realizando una profunda incisión de
corte triangular, cuadrada o semicircular, según la sección del instrumento, un
cincel. Esta labor la realizaba el lapicida o sculptor.
No obstante, no todas las piedras o metales necesitan de estas fases en su
elaboración.
Junto a ellas merecen un capítulo aparte las
inscripciones de carácter privado realizadas sobre plomo generalmente, de
ejecución espontánea y rápida, habitualmente escritas en caracteres minúsculos
y cursivos: las tablillas imprecatorias o defixorias, tabellae
defixionum. Son textos de maldiciones y conjuros contra personas, donde se
invocaban a las divinidades infernales, se “echaba mal de ojo”, o, por el
contrario, se pedía protección; estos textos se esgrafiaban con un objeto
metálico punzante, stilus, u otro similar y a veces se escribían
del revés, boca abajo, de derecha a izquierda y se solían enterrar para no ser
descifrados ni descubiertos. Se dieron a lo largo de la historia de Roma, en
época republicana e imperial, e, incluso, más tardíamente. El plomo, así como
otros materiales servían también para otras anotaciones rápidas o referidas a
actividades cotidianas. La forma de incisión no necesitaba preparación previa
ni del material, ni siquiera de dar forma al soporte, en todo caso cortarlo
para reducir el tamaño, ni, por supuesto, de diseño previo del texto; se
trataba, pues, de un esgrafiado directo de la escritura sobre la superficie.
Cabe señalar, en este sentido, la pizarra, como soporte de escritura, de fácil
grabado, ya que cualquier punta metálica, incluso otra pizarra o piedra de
mayor dureza puede esgrafiarla.
Entre los metales, hay que mencionar, además toda la serie de anillos de oro,
objetos de bronce, fíbulas y objetos en general incisos que en epigrafía se
conocen bajo la denominación de instrumenta domestica. Entre ellos,
por su especial técnica de grabado y la dificultad misma que entraña, cabe
destacar las inscripciones, así como relieves y esculturas, en marfil de
colmillos de elefante, práctica usada en la Antigüedad en el Sureste asiático y
en la zona central y este de Egipto.
Un grupo especial de escritura espontánea y directa sobre soportes duros son
los grafitos sobre roca, piedras en general, muros, etc., si bien los más
frecuentes son pintados, como los conocidos de Pompeya, también se encuentran
esgrafiados en rocas, cuevas y abrigos naturales, catacumbas, muros o paredes
diversas. Se conocen de todas las épocas y su práctica se ha prolongado hasta
la actualidad, aunque preferentemente como graffiti pintados.
Las diversas durezas de los materiales y la incisión que en ellos podía
producirse en función del objeto utilizado, metálico o no, de punta más afilada
o más roma, en función de la intencionalidad misma y de si era de ejecución
rápida y espontánea, como los graffiti, o por el contrario, de cuidadosa
preparación, todas estas circunstancias, en suma, pudieron influir en la
esquematización y estilización progresiva de formas de la escritura, en los
cambios operados en la cursivización de la forma de las letras o en la
tendencia a abreviaciones (aunque en este caso también influyó decisivamente la
escritura pintada en papiros y pergaminos, debido a la tendencia al ahorro de espacio,
dado lo costoso de los materiales).
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